28.4.20

El salario de los sacerdotes y obispos, una cuestión de transparencia y justicia


¿Cuánto cobra un sacerdote? ¿Y un obispo? ¿De dónde sale ese dinero? Estas y otras cuestiones suelen formar parte de los elencos de preguntas frecuentes a las que las diócesis dan respuesta con ocasión de la campaña anual por el sostenimiento de la Iglesia. Es cierto que no hay que esperar a estos días en los que los españoles hacemos la declaración de la renta para arrojar luz sobre los libros de cuentas de parroquias, instituciones eclesiales y diócesis.


Porque si alguien ha demostrado ampliamente su apuesta por la claridad económica, esa es la Iglesia. Una institución auditada periódicamente que cada año presenta unas cuentas que mantiene a la vista de todos en sus portales de transparencia.

En enero de este año, la Archidiócesis de Sevilla aprobó una subida del salario de sus 368 sacerdotes diocesanos, que pasaron a percibir 900 euros brutos al mes, lo que supuso un aumento de 300 respecto a las nóminas de 2010. En los últimos siete años se ha incrementado esta partida en un cuarenta y cinco por ciento, lo que desde fuentes de la Administración Diocesana se destaca como “un esfuerzo económico importante y necesario”.

“No somos ni mileuristas, pero nos da para salir adelante, si bien es cierto que con algunas dificultades, porque nuestros gastos no siempre son los mismos y depende de las necesidades que nos encontramos en el camino. Pero sí, Dios provee”, comenta un sacerdote, párroco en las afueras de la capital hispalense, que relata las contingencias inesperadas a las que tiene que hacer frente al pastorear una comunidad en la que conviven familias que sobreviven a la pobreza.


En este sentido, el obispo portavoz de la Conferencia Episcopal Española, monseñor Luis Argüello, recomendó la pasada semana a los sacerdotes que dediquen casi un tercio de sus salarios a las necesidades de los que menos tienen en su entorno. Algo que, en un porcentaje algunas veces superior al indicado, vienen haciendo prácticamente todos desde que tomaron conciencia de su lugar en el mundo.

No todas las parroquias pueden presentar unas cuentas holgadas, circunstancia que lleva a estos párrocos a destinar una parte de su sueldo al pago de la luz o el agua del templo. “Es algo que hacemos con naturalidad, ni nos lo planteamos”, confiesa uno de tantos sacerdotes que comprueba cómo se salvan “de forma providencial” las eventualidades que se van presentando en la vida de una comunidad parroquial.

El salario de los obispos

¿Y los obispos? Tanto el Arzobispo como el Obispo Auxiliar cobran 1.258 euros, en estos casos sin subida desde el ejercicio de 2016. Y estas economías también están sujetas a turbulencias a las que tienen que hacer frente conforme se presentan. Monseñor Asenjo aclara que en sus salidas a actos litúrgicos de hermandades, algunas le entregan cantidades que destina “al socorro de familias verdaderamente necesitadas o de situaciones singulares de sacerdotes o laicos con problemas de salud”.


Existe un Fondo de Limosnas que figura en los presupuestos de la Archidiócesis, así como un Fondo de Misiones, “al que acudo cuando me piden ayuda los misioneros diocesanos o algún hermano obispo de tierras de misión”, añade el arzobispo.

“Los dineros de la Iglesia”, término este tantas veces usado con intenciones poco claras, ha dejado de ser un arcano indescifrable, y no hay razón para verter la sombra de la sospecha en un apartado sobre el que las diócesis españolas han puesto luz y taquígrafos. No resulta pretencioso afirmar que la Iglesia española puede dar lecciones de transparencia económica y generosidad, hasta el punto de ser considerada una referencia social también en este ámbito.

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REDACCIÓN / PASIÓN POR MVNDA
FOTOS: ARCHIDIÓCESIS DE SEVILLA

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