18.2.18

Las Madres Concepcionistas del Monasterio de Santa Ana reflexionan en el primer domingo de Cuaresma


Las Madres Concepcionistas Franciscanas de la Orden de la Inmaculada de María del Convento de Santa Ana de Montilla, y en concreto Sor Margarita, reflexionan, con un comentario al Evangelio, en este primer domingo de Cuaresma.

La experiencia del desierto es una de las cosas más propias de la Cuaresma. Un símbolo grandioso que nos habla de desapego, de austeridad, de soledad, de lucha, de tentación. Todo esto tiene que ver con la Cuaresma, que nos prepara y ejercita para seguir hasta la Pascua: para vaciarnos de todo lo que no sea Dios.


Los desiertos de nuestro tiempo: geográficos, sociales, humanos, espirituales... nos hablan de marginación y dureza, de dificultad y de lucha, pero también de fe y esperanza, de oración y compromiso.

El hecho de que Jesús fuera al desierto es buena noticia porque esta experiencia está ya redimida y puede ser redentora. Y no fue al desierto por capricho o curiosidad, sino empujado por el Espíritu Santo para dejarse envolver más por el amor del Padre, para estar a solas con Él. Es un claro ejemplo de cómo debemos afrontar el desierto en nuestras vidas.

El desierto, un lugar para la prueba, para el combate. La sequedad, la soledad, el despojo, los recuerdos, las dudas... No hay ningún colchón para descansar. Y entonces surge la tentación. Pero solo dura un momento o lo que dure. Lo más importante es ver a Dios en medio de la tormenta. Y esta prueba nos purifica y nos vacía.

Luego vienen los buenos pensamientos y la dulzura interior. Vienen los ángeles y nos sirven. Ahora se oye el viento del desierto, pero es el viento penetrante del Espíritu. Buen camino cuaresmal a través del desierto de nuestro corazón.

SOR MARGARITA / MONASTERIO DE SANTA ANA

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