7.4.20

Reflexionamos en este Martes Santo con las Madres Concepcionistas Franciscanas del Monasterio de Santa Ana


Las Madres Concepcionistas Franciscanas de la Orden de la Inmaculada de María del Monasterio de Santa Ana de Montilla, y en concreto Sor Margarita, nos remiten un texto, con su correspondiente imagen, con motivo de nuestra Semana de Pasión en este Martes Santo, el cual reproducimos a continuación.

Martes Santo

“Lo que tienes que hacer, hazlo pronto”. Son muy tristes palabras de Jesús a Judas que hemos leído en el Evangelio de hoy. El amor duele. Jesús, conmovido hasta las entrañas, siente que uno de los suyos le va a entregar. La actitud de Jesús es del todo desconcertante. Lo que tengas que hacer, hazlo pronto.


Jesús respeta el proyecto de vida y las opciones de Judas. Todo lo que le tenía que decir, ya se lo ha dicho y no le ha llegado al corazón. En vez de consejos o de reflexiones para que cambie de actitud, le invita a hacer lo que tiene que hacer. Que cumpla su propósito hasta el final... Cuando el corazón se endurece, no se ablanda con dos palabras... Jesús acepta a Judas tal como es, aunque las opciones que este ha tomado sean causa de su muerte.

¡Increíble el respeto al que el amor le lleva a Jesús! Judas se fue para hacer lo que tenía que hacer: convenir el momento de la entrega. Los que se quedaron con Jesús no es que le entendieran del todo. ¿Puede haber más soledad que el amor no entendido? Jesús también hace lo que tiene que hacer: amar sin volverse atrás, aunque palpe que los suyos no le entienden. Pero el amor busca caminos para robustecer la respuesta de amor de los suyos.

Oye, Señor...

Señor, tú iluminas mi vida, tú me sales al encuentro, tú me ofreces salir de las oscuridades y vivir contigo a plena luz, porque tú calientas como el sol e iluminas como la mejor bombilla. Yo quiero ser para mis hermanos: luz compañera de una mañana triste, luz que ilumina un dolor oscuro, luz que visita a una persona enferma, luz que ilusiona al que está deprimido, luz que enfoca la solución de un problema, luz que aclara una relación rota, luz que enciende la pasión para el amor, luz que facilita la oscuridad del camino, la escalera de mi casa, la habitación que comparto, el lugar de trabajo, la sociedad que habito, la iglesia a la que pertenezco y amo, el mundo que gime de oscuridad. Sé tú, Señor, el que ilumina mi vida y la mantiene ardiente y encendida.

Estate pendiente, durante todo el día, de ser luz para cada persona que está a nuestro lado. Agradece al Señor las personas que te dan luz y las que se dejan iluminar por tí. Gracias por estar a mi lado y darme fuerzas siempre, Señor.

SOR MARGARITA / MONASTERIO DE SANTA ANA

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