2.12.14

Hoy martes se celebrará el tercer día de la Solemne Novena en honor a La Inmaculada de Pedro Roldán


Hoy martes 2 de diciembre, se celebrará, en la Iglesia del Convento de Santa Ana de Montilla, el tercer día de la Solemne Novena en honor a Nuestra Madre María Inmaculada, obra de Pedro Roldán, con la exposición del Santísimo y el rezo del Santo Rosario, a partir de las 07.30 de la mañana, para proseguir, a las 08.30, con la celebración de la Sagrada Eucaristía, extendiéndose dichos cultos en este horario hasta el próximo domingo.


María Inmaculada, obra de Pedro Roldán

El lunes, día 8, a partir de las 13.00 de la tarde, tendrá lugar la Solemne Eucaristía de la Festividad de la Inmaculada Concepción, Patrona de España, siendo presidida esta Novena por el reverendo padre don Miguel Ángel Raigón Rodríguez y el reverendo padre don Jesus Joaquín Corredor Caballero.

El Convento de Santa Ana

La fundación de este convento arranca en 1580, año en que Andrés Martín Portichuelo donaba, según Morte Molina, la sustanciosa cantidad de un millón de reales, y consiguiendo, en los años siguientes, diferentes casas ubicadas en la manzana, que constituían las calles Santa Ana, Pineda y Enfermería. Como convento de monjas se sometió a la regla franciscana concepcionista y las primeras profesas, procedentes del convento de Los Pedroches, iniciaron su andadura conventual en 1594 en un primitivo y pequeño recinto que fue ampliándose con el paso de los años.

Desde un punto de vista artístico, la pieza más importante es la Iglesia, cuya construcción no se concluyó hasta bien entrado -casi mediado- el siglo XVII. Es un típico Templo de cruz latina de una sola nave, con otra pequeña adosada en el lado derecho. La entrada al presbiterio está marcada por columnas pareadas de abolengo clásico y orden dórico, sobre las que se ha trazado un trozo de entablamento, a partir del cual cabalgan los arcos de medio punto que enmarcan la bóveda del crucero.

Guarda Santa Ana una de las más importantes joyas artísticas de Montilla: el retablo mayor, obra de Pedro Roldán, que lo concluyó en 1654. Para su talla se trajeron desde Sevilla quinientas arrobas de madera de borne y de cedro. También se contrató por aquellas fechas el dorado y el pintado del mismo. El retablo responde a los cánones clásicos de este tipo de obras: dos cuerpos, además del banco inferior, y tres calles, una principal, y dos laterales de dimensiones más reducidas. La separación de los cuerpos se realiza a través de un entablamento y las de las calles con columnas.

Los elementos decorativos, pese al espíritu clásico que los alienta, están imbuidos de barroquismo en la gran cantidad de detalles decorativos que los exornan. Así, las columnas que enmarcan el cuerpo principal y que delimitan la separación de las calles, son corintias de fustes estriados, que en su tercio inferior se han llenado de una profusa decoración vegetal. En el cuerpo superior esa decoración, que aquí toma una orientación helicoidal, cubre ya todo el fuste. El entablamento de separación de los cuerpos se encuentra sumido bajo una sinfonía decorativa, tan del gusto barroco, culminada en el frontón partido del centro del retablo y del que corona la calle central. También las hornacinas del retablo y los elementos de enmarque de las mismas poseen una abundante y complicada decoración a la moda del momento.

El tablero principal está presidido por la Inmaculada Concepción, obra de Pedro Roldán, que inspiró a la talla el aire risueño de los imagineros sevillanos. En los laterales flanquean a la Virgen sendas tallas de Santa Ana y Santa Catalina. El cuerpo superior presenta en el centro un crucificado, que sigue fielmente los cánones del barroco hispalense, y a sus lados, San Andrés y San Francisco de Asís.

Siguiendo una tendencia bastante común de los retablistas barrocos, en la decoración del mismo aparecen diferentes pinturas que completan la decoración escultórica de esta magnífica obra.

La nave del crucero está rematada por sendos retablos, dedicado el de la izquierda a San José, acompañado de San Joaquín y San Juan Evangelista. Es obra de mediados del siglo XVIII, siendo su autor Gaspar Lorenzo de los Cobos. El de la derecha, de menor valor, está dedicado a la Divina Pastora.

Completan el Templo sus dos coros: uno alto y otro bajo. En el segundo de ellos se conserva una talla de Santa Ana, de reminiscencias góticas, con la particularidad de sostener en su mano izquierda a la Virgen, su hija, y en la derecha, a un Jesús Niño, su nieto. También destaca un cuadro que representa un momento de la pasión de Jesús de fuerte influencia tenebrista y buena factura.

Entre las obras que destacan en el ornato interior del Templo hay varios lienzos de técnica barroca y diferentes asuntos dentro de la temática religiosa, y, sobre todo, una talla de la Dolorosa presidiendo un retablo situado en la pequeña nave lateral de la derecha y que es obra de Duque Cornejo.

Apuntes históricos: José Calvo Poyato

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