Las Madres Clarisas del Monasterio de Santa Clara de Montilla nos informaban en la tarde de ayer jueves del solemne triduo en honor de la Seráfica Madre Santa Clara, titular del citado templo, que celebran sus Hijas en la iglesia del mencionado convento los días 8, 9 y 10 de agosto, a partir de las 20.00 de la tarde.
Presidirá la Sagrada Eucaristía de dicho triduo el reverendo padre don Pedro Juan Martínez Serrano, teniendo lugar el último día del triduo la celebración de una vigilia con el Tránsito de la Seráfica Madre, a partir de las 22.30 de la noche.
El martes 11 de agosto, en el que celebramos la Solemnidad de la Seráfica Madre Santa Clara, tendrá lugar, a partir de las 20.00 de la tarde, una celebración solemne, donde se darán a venerar sus reliquias.
Las intenciones del triduo y de la festividad de Santa Clara serán: por la paz, por los enfermos, por todos los jóvenes y por las vocaciones a la vida consagrada, para cada uno de los días, respectivamente.
La imagen de Santa Clara, que se encuentra el resto del año en el retablo mayor de la iglesia del mencionado convento, se trata de una talla policromada. Viste túnica, escapulario y capa abierta que cae en pliegues paralelos. Sostiene en sus manos sus atributos característicos: la custodia -de farol- y el báculo.
La vida de Santa Clara
Clara de Asís es una de las grandes mujeres de la Historia. Hija de una familia noble italiana, nace en 1194. Su padre la quería casar y ella decidió consagrarse a Jesucristo. Años más tarde escribía: "Jesús es el más hermoso entre los hijos de los hombres. Su amor es más tierno y sus caricias más elegantes. Amándole, se es casta, abrazándose, se es virgen".
Supo romper con los moldes establecidos y emprender un nuevo estilo de vida junto a Francisco de Asís. Dio a la mujer de la Edad Media la capacidad de decidir sobre su propia vida: de ser ella misma.
En el camino personal de Clara hay una historia de fidelidad a su institución evangélica: vivir con sencillez y en pobreza el Santo Evangelio siendo Iglesia.
Clara de Asís entrega su alma a Cristo en 1253. Su obra supuso la renovación de la vida religiosa femenina. Su clausura se hizo apertura al mundo y su vida oculta se convirtió en un espejo para las demás desde la oración y la libertad.
"¡Yo seré siempre vuestra custodia!", dijo el Señor desde la blanca hostia a Santa Clara.
"Y nosotras seremos, de continuo, Señor, vuestras humildes adoradoras y leales servidoras".
Clara es un gran referente para el Pueblo de Dios, que ve en ella a la mujer y hermana universal, que alcanzó a Dios a través de lo cotidiano en la práctica del Evangelio.
Es necesario repetir el descubrimiento de Clara porque es importante para la vida de la Iglesia.
San Juan Pablo II: "Clara fue y sigue siendo protagonista de una maravillosa aventura evangélica. Un estilo de santidad que pasó como soplo del Espíritu".
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