20.4.20

Antonio Palma, capellán del Hospital de Montilla: “Mantengo contacto permanente con médicos y enfermeras”


Capellanes de hospital para acercar a Cristo en la enfermedad

Los capellanes de Córdoba renuevan cada día su sacerdocio frente al dolor, la soledad y la incertidumbre de los enfermos. Ellos son los administradores de los sacramentos, siempre atentos a la necesidad espiritual de cada enfermo. Acompañan a pacientes y familiares, ofreciéndoles la eucaristía y su oración. Su labor en estos días de pandemia llena los espacios de los centros sanitarios de la provincia de Córdoba con su cercanía y disponibilidad, a pesar de la distancia y protección que impone la pandemia.


Es ahora cuando la distancia afectiva y espiritual parece acortarse entre ellos y los pacientes. También los sanitarios requieren a menudo su presencia para compartir temores y poner en la fuerza de la oración la esperanza de que pronto terminen los contagios.

Ahora y siempre, hospitales y centros sanitarios se revelan como lugares preferentes para ellos, donde se hace presente cada día el amor de Dios. Frente al sufrimiento de los pacientes y la desasosegante espera de las familias, la compañía del capellán resulta reconfortante aún en el silencio de la despedida, cuando el consuelo y la misericordia de Dios no se pueden expresar con palabras.

En Córdoba trabajan once capellanes repartidos en los distintos centros hospitalarios de la provincia de Córdoba. Organizados en turnos y guardias para los hospitales más grandes, consiguen que nunca falte la presencia de un sacerdote para que a cualquier hora del día el paciente y su familia estén atendidos. Son la expresión rotunda de que a través de ellos, Cristo se hace presente en medio del dolor y la enfermedad. Visitamos con los capellanes los hospitales de Cabra, Montilla y Córdoba. Un viaje al núcleo del dolor que ellos transforman en esperanza durante la pandemia.



Manuel Rodríguez Adame, capellán del Hospital de Cabra: “El miedo aflora también en nosotros, pero Dios ayuda”.

En Cabra, uno de los dos capellanes del Hospital Infanta Margarita, Manuel Rodríguez Adame, se siente más cerca que nunca de los enfermos. En los primeros días de la epidemia, mientras estaba en la puerta de urgencias del centro hospitalario junto a los sanitarios, una chica le preguntó que si la situación era tan grave como para que estuviera allí. La respuesta fue unánime: el cura está siempre. Esta presencia se ha hecho más fuerte a pesar de las limitaciones de los espacios y las medidas de seguridad. En este tiempo de incertidumbre, a veces, el trato con las personas enfermas “se hace duro porque no se sabe cómo ser bálsamo en esos momentos, pero lo más importante es estar y ser presencia de un Dios que ama: así es como se sacan fuerzas”.

En esta situación en que la soledad todavía agrava más la manera de vivir la enfermedad, es fundamental para este capellán estar muy presente, aunque reconoce que “el miedo aflora también en nosotros, pero Dios ayuda”. El testimonio de los sanitarios es para Manuel Rodríguez Adame un signo de fortaleza que contagia entrega. Por eso lo agradece y les recuerda que los capellanes 2estamos ahí para decirles que rezamos por ellos y acercarle los sacramentos”. Ahora las capillas están más pobladas que de costumbre y no es extraño oír en el pasillo un “reza por nosotros” dedicado al capellán, que agradecido sabe que estar más cerca que nunca es un testimonio de valentía que “nace de la fe y de la fuerza del Resucitado”.


Antonio Palma, capellán del Hospital de Montilla: “Mantengo contacto permanente con médicos y enfermeras”.

Con un aparato busca-personas duerme y vive siempre el capellán del Hospital de Montilla, Antonio Palma. Llegar al hospital cada mañana y realizar la visita a los enfermos, estar presente también para los familiares, representa una rutina que requiere grandes dosis de entrega. De este modo, siempre está disponible para administrar los sacramentos y escuchar, acompañar y consolar a quien lo requiera. En estos días, retiene en su memoria el momento en que pudo atender a una religiosa enferma de coronavirus a través del cristal de la UCI mientras “mantengo contacto permanente con médicos y enfermeras a través de un grupo y celebro cada domingo la eucaristía”.

Es, en suma, el relato de un servicio volcado en las personas que viven la precariedad de la enfermedad y sienten la soledad. Para Antonio Palma, la disposición es entregar a Cristo a cada enfermo. Por eso su labor se completa con la bendición de todo el hospital con el Santísimo y la de “detentes” del Sagrado Corazón de Jesús “para repartirlo especialmente entre el personal sanitario”.


Gaetano Cantavenera, capellán del Hospital Valle de Los Pedroches de Pozoblanco: "Este es un servicio en el que se recibe mucho más de lo que se da”.

Gaetano Cantavenera recuerda a diario a Santa Teresa de Calcuta cuando contaba que antes de visitar a los enfermos, necesitaba unas horas delante del Santísimo. Lo hacía, relata este sacerdote, para “vencer el rechazo que le procuraba la enfermedad”. Algo de lo que es muy consciente este sacerdote porque solo a través de Cristo se vence la resistencia humana a presenciar la dureza de la vida en un hospital. Así lo reconoce, mientras confiesa que “a veces, hay situaciones tan difíciles de sufrimiento que te dejan sin palabras”.

Para Gaetano Cantavenera, “este es un servicio en el que se recibe mucho más de lo que se da y es aquí donde se ve claro el poder de la fe”. En la muerte de algunas personas asistidas por él es donde ha conocido los mayores signos de esperanza, “personas que a punto de morir han vuelto a sonreír tras escucharme hablar de la vida eterna y de Cristo con palabras sencillas”, dice con la confianza de haber ayudado en la despedida.

Ofrecer a estas personas los sacramentos al final de la vida las llena de “alegría y esperanza y paz” y proclama que sabe que solo eso cambia “la vida de la gente”. Esa es la enorme recompensa personal que recibe y “me da fuerzas en los momentos difíciles de mi vida”, concluye.

Juan Diego Recio, capellán del Hospital Reina Sofía: “El capellán, como la levadura, debe levantar a quien se le acerca”.

Para el moderador del equipo de capellanes del Hospital Reina Sofía de Córdoba, Juan Diego Recio, este tiempo difícil para el hospital se supera con tres palabras: “vivir con fe”. Este es un tiempo entregado por Dios, asegura, para “no desanimarnos”. Por eso lo vive con la esperanza del que sabe que ahora la Palabra de Dios “se hace fuerte para realizarse”. Con esta seguridad avanza cada día este sacerdote cuya tarea en el hospital es “consolar a enfermos, familiares, sanitarios, camareros, barrenderos, proveedores, etcétera, porque todos sienten lo mismo: esa sensación de miedo, de no llegar”.

En el ambiente está la idea de que el contagio en un centro sanitario puede afectar a cualquier persona. Por eso este sacerdote sabe que su labor significa estar muy cerca para “levantar a aquel que se acerque como la levadura es capaz de levantar el pan cuando se hornea”. Con palabras sencillas, resume que es “muy bonito ser capellán en estos tiempos en que vamos todos en el mismo barco y mantenemos la misma vocación de salvar al hombre en toda su integridad”.


David Matalamalas, capellán del Reina Sofía: “Alentamos a los sanitarios para que no decaiga su esperanza, cuando muchos se juegan el pellejo”.

David Matalamalas forma parte del equipo de seis capellanes del Hospital Reina Sofía. Fue nombrado capellán hace cinco años y “hasta ahora ha sido una experiencia impresionante”. Este sacerdote asegura que se toca a Jesucristo estando tan cerca de las personas que sufren y confirma que “muchos pacientes te dicen lo importante que es recibir a Jesús en la palabra y en los sacramentos y otros tantos han descubierto que en la enfermedad, Dios ha tomado la iniciativa de encontrarlo”.

En este tiempo de fatiga y sufrimiento, muchos enfermos deciden mirar al cielo de manera insospechada. Con el azote del coronavirus, no es prudente estar todo el día recorriendo el hospital como se hacía en medio de la rutina de servicio al enfermo que representa la capellanía hospitalaria. Sin embargo, “seguimos atendiendo a todo el que nos lo pide, celebrando la Misa diaria en los dos hospitales y alentando a los sanitarios para que no decaiga su esperanza, cuando muchos se juegan el pellejo”.

En medio de la precariedad, para este capellán estar disponible en este tiempo, de día y de noche, a cuantos los pudieran necesitar, es la expresión de su esperanza para que “muchos descubran la vida de la gracia que nos ha ganado el Señor muriendo por Amor”.


German Balmore, capellán del Reina Sofía: “El Señor ha estado, está y estará con nosotros, incluso en medio de estas circunstancias”.

German Balmore es párroco de San Isidro en El Higuerón y capellán del Reina Sofía desde el año 2016. En este tiempo ha encontrado en esta tarea “una gran experiencia por la que estoy muy agradecido al Señor, porque me permite estar con Él a través de esta misión”. En el Evangelio de San Mateo, German Balmore encuentra el impulso de visitar enfermos “porque estar con los enfermos hace que, a veces, las circunstancias que me preocupan se relativizan al llegar al hospital”. Cuando recibe la llamada para atender a los enfermos y le piden los sacramentos u observa al personal sanitario llevando a cabo con todo empeño en momentos difíciles, “mis preocupaciones cobran otro sentido y eso me hace ver que el más beneficiado en esta misión es el que la realiza”.

La oración por los enfermos y sus familias, por los sanitarios, y la celebración de la eucaristía cada día forman parte de la actividad diaria. Otras veces, en el dolor de la separación, el capellán “acompaña con el silencio”. En estos momentos, los capellanes están ejerciendo su ministerio en el hospital “sin desfallecer, sabiendo que aunque cumplimos las medidas que nos dicen las autoridades sanitarias y civiles, corremos riesgo”. Esta posibilidad se asume porque él y sus compañeros saben que “el Señor ha estado, está y estará con nosotros, incluso en medio de estas circunstancias”. Todo confluye en una única certeza para German Balmore: la de estar en un momento propicio para que se afiance nuestra fe en Él, crezca la caridad entre nosotros y brille la luz de la esperanza.


Juan Carlos Valsera, capellán en el Hospital Reina Sofía: “Estamos presentes con más precauciones, pero con el mismo esquema: ayudar como se puede”.

Desde que fue nombrado capellán, Juan Carlos Valsera reza a la Virgen con una sencilla oración que recrea el momento en que visita a su prima Isabel. Ahora, cuando la enfermedad en forma de pandemia se ha hecho presente en nuestras vidas, este momento del Evangelio se representa de otras maneras: con la llamada de una matrona que busca la ayuda del sacerdote ante el difícil trance de dar a luz un hijo sin muchas posibilidades de vida fuera del seno materno. Esa llamada para bautizar a la criatura es posible por la conexión del personal sanitario con el equipo de capellanes, porque “con ellos son los que tenemos que tratar, a veces en momentos extremos: damos la extremaunción en plena maniobra de reanimación”.

En estos momentos de pandemia, Juan Carlos Valsera, miembro del equipo de capellanes del Hospital Reina Sofía y Provincial, describe una labor conjunta con sus hermanos sacerdotes “con más precauciones, pero con el mismo esquema: ayudar como se puede, como la familia va queriendo o como el enfermo va pudiendo”. Su objetivo es la atención a enfermos, sanitarios y personal del hospital, además de la familia y cuidadores de enfermos, aún cuando en estos días de pandemia “comprobamos que nuestra ayuda presenta más dificultad”.

El miedo también aflora en el sacerdote, un rasgo humano y compartido con sanitarios, valorado por Juan Carlos Valsera como un valor ante el peligro, “un miedo bueno que nos lleva a poner todos los medios necesarios para evitar el contagio o infectar a otros”. Pero su misión como capellán, está libre de ese miedo, porque ayudar al enfermo supera cualquier temor y es en esa atención “con todos los medios a nuestro alcance” donde con pocas palabras y muchos gestos de cercanía se confirma la compañía al enfermo en momentos críticos.

La adoración al Santísimo, “el mejor capellán de todos”, dice el padre Juan Carlos, representa un momento de comunión de la comunidad sanitaria. Enfermos, familiares y personal sanitario, guiados por el sacerdote, reciben un tesoro por el que el Señor “va sanando los corazones”. Esa es la fuente de la que se nutre en su sacerdocio en un año en que la pastoral de la salud se dispone a tratar la soledad del enfermo, una experiencia que la pandemia ha presentado en toda su crudeza para que “el Señor nos ayude a todos a poder ayudar a los demás”.


Hernán Suchite, capellán en el Reina Sofía: “Es el Señor el que puede frenar todo esto”.

El padre Hernán Suchite Orellana es capellán de Reina Sofía y en este tiempo de pandemia le resulta preocupante el miedo al contagio que muestran los sanitarios. Junto a algunos de ellos, descubre la incertidumbre que rodea a esta situación y se pregunta dónde estará el final de este episodio que mantiene confinada a la humanidad. Él mismo comprueba que en esta tribulación muchos de ellos saben que “es el Señor el que puede frenar todo esto” y desearían que el resto de sus compañeros llegasen a esa verdad.

El sacerdote reconoce sentir impotencia y miedo ante esta situación, pero en su vocación de ayudar y asistir al necesitado, aparece la fortaleza y “echamos hacia delante, porque confiamos en Él: es nuestro refugio”. Aunque la distribución de espacios obligados por el coronavirus no siempre permite el acceso del capellán, el padre Hernán Suchite defiende que “nos dedicamos a consolar, a dar consejo a quien lo necesita y confesar a médicos o enfermeras”, una atención espiritual que enriquece al capellán porque “así llevamos esas almas a Dios por medio de los sacramentos”.


Manoj Abraham, capellán en el Hospital de Los Morales: “Veo en los enfermos el rostro de Jesús doliente”.

En el Hospital de Los Morales de Córdoba sirve como capellán el sacerdote Manoj Abraham, un sacerdote indio que desde hace diez años vive en España. La labor que desarrolla junto a los hermanos de San Juan de Dios la entiende como “una obligación y un deber que como sacerdote hago con mucho gusto y cariño”. En los difíciles momentos de la soledad, es cuando el enfermo necesita cercanía y apoyo de los demás. En plena pandemia, este sacerdote ha administrado la unción de enfermos a pacientes de coronavirus que estaban solos.

"Cuando me lo pidieron, lo hice con mucho gusto: no tenía miedo. Veía en ellos el rostro de Jesús doliente”. Este sacerdote entiende su servicio como una representación del “médico bueno que es Jesús, porque los capellanes somos los médicos de las almas y transmito así la misericordia y la ternura de Jesucristo”. El padre Manoj Abraham deja constancia de la unión que siente con los sanitarios y pide por ellos al Señor para que pase pronto esta pandemia de coronavirus.

Jesús, capellán del Hospital de la Cruz Roja: “Ser capellán es una experiencia dura y bonita”.

Don José y don Ernesto son los capellanes del Hospital de la Cruz Roja, pero las circunstancias actuales han hecho dar un paso al frente a Jesús, un sacerdote joven para el que el cierre de la capilla no impide que vaya a visitar a los pacientes ingresados en este centro hospitalario. Para él, es “una experiencia dura y bonita” que se desarrolla en un clima de implicación total del personal sanitario del hospital a favor de los pacientes.

Todo funciona allí de un modo distinto desde que se decretó el estado de alerta sanitaria. Solo la entrega en el servicio que desempeñan médicos y enfermeras supera “una sombra de estremecimiento, de cierta tensión”, según describe este sacerdote que intenta “dar consuelo a las familias, que están muy necesitadas de que sus enfermos tengan la presencia del Señor y del sacerdote de un modo u otro”.

REDACCIÓN / PASIÓN POR MVNDA
FOTOS Y VÍDEO: DIÓCESIS DE CÓRDOBA

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