18.10.14

Lo peor de ser cofrade


Lo peor de ser cofrade (...) es, sin duda, lo que emana de los comportamientos desagradecidos de los demás. Lo peor estriba en creer que los demás te aprecian, para llevarte el 'palo', al ser capaz de comprobar, que a quien se quiere y se aprecia, es a tu cargo... A tu poder... A tu influencia... Y a tu estela... Pero no a tí.


Tengo un amigo, mayor que yo, alguien que por edad está más cerca de la quinta de mi padre que de la mía, a quién acaban de pegar un leñazo de tomo y lomo en su Cofradía -corrijo, en su Parroquia, en su Templo, en la que él creía que era su casa-, de esos de los que ya no te levantas nunca. Un hombre con muchas virtudes, y con muchísimos más defectos, sin duda, pero un hombre que con aciertos o errores, se dejó la vida de su casa, la infancia de sus hijos y el paso de los años... Entre las altas paredes de piedra de aquel lugar al que llegó a querer más que a su propia vida.

Quizás ese fuese su error, precisamente. El de creerse que podía llegar a querer la Casa de Dios, más incluso que quienes llevan a gala, honra y egocentrismo... Ser sus legítimos propietarios.

Así que imaginen la cara que se le quedó este pasado sábado, en la ceremonia vivida en su Cofradía, cuando escuchó, una vez más, a quién otrora fuera su amigo, su cómplice y su 'sotanado' confidente, acusarle sin velos de ningún tipo, de los males acuciantes sufridos en los últimos años, de las penurias emocionales y de alguna que otra cosita más.

De nada sirvieron los tiempos felices. De nada los favores prestados. De nada el buen nombre que siempre colgó de sus labios, siempre por delante su Parroquia... Y su párroco; de nada el engrandecimiento de los Viernes Santos, y las mañanas de Corpus... De nada las visitas a cualquier hora... Y de nada los silencios obligados de los secretos conocidos y las prudencias ejercidas, a pesar del carácter impulsivo. No sirvió nada. Absolutamente nada. Después de tantas y tantas cosas, el pago vino en forma de gran bronca, eso sí, amparada en ese derecho canónico que tanto sabe de tantas cosas y tanto desconoce de tantas otras, bronca muy compartida, además, entre todos los que alguna vez hicieron piña con el cofrade, ahora convertido en diablo por mandato sacerdotal.

Hay algunos mayores a los que se les debe respeto por la edad, pero sólo por eso si no se han ganado el derecho a otros respetos. Mayores a los que la vida se les va entre días cada vez más oscuros y amargos, fruto, sin duda, del poco aprecio que tienen por la amabilidad y las cosas sencillas. En vez de eso, prefieren la sospecha, la crítica, la duda, la difamación... Y la mentira. Cosas de la edad, que sólo se perdonan precisamente por eso mismo, pero nunca por la maldad generada en un corazón que quizás nunca hubiese sido limpio..., que al fin y al cabo, ni los niños, ni los borrachos, ni los viejos... dicen que mienten nunca.

Eso es lo que pienso, y eso es lo que escribo, que para eso ejerzo el noble arte de la opinión y la crítica, y también el de escribir bien de alguien cuando me da la gana, como ahora hago de este vecino de la calle Francos, que este sábado llegó a su casa después de Misa, -pensando que quizás hubiese sido mejor quedarse viendo el partido del 'Atleti'- y al que mando desde aquí mi abrazo más cariñoso y sincero.

Ah, y por cierto, como esto sigue siendo una partida de ajedrez, en la que primero mueven las blancas, y luego mueven las negras, sepan los queridos amigos de la mala educación, que aquí les está esperando un magnífico jugador, que lleva ya muchos campeonatos a sus espaldas. Lo escribo, por si tienen ganas de seguir gritando sandeces en mitad de la calle. Griten ustedes, que después escribiré yo.

No sé si me explico...

Andrés Cañadas / Cofrademanía

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