4.4.17

Las Madres Concepcionistas del Convento de Santa Ana reflexionan en la etapa final de esta Cuaresma


Con motivo de la celebración del quinto de Cuaresma, que conmemoramos hace apenas dos días, las Madres Concepcionistas Franciscanas de la Orden de la Inmaculada de María del Convento de Santa Ana de Montilla, y en concreto Sor Margarita, nos remiten el siguiente artículo, ilustrado con su correspondiente imagen, que reproducimos a continuación.

Quinto Domingo de Cuaresma: recta final hacia la Semana Santa

Estamos ya al final de esta escalada cuaresmal. ¡Qué de prisa pasa el tiempo! La liturgia de este último domingo de Cuaresma nos presenta el gran relato de la resurrección de Lázaro. En cierto modo, es un anticipo de la muerte y la resurrección de Jesucristo, aunque cambian mucho las circunstancias.


Jesús nos dice: "Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, no morirá para siempre". Es decir, hay salvación para las principales heridas o miserias humanas, como la insatisfacción, la desesperanza, la noche interior... Pero quedaba una, la más terrible y poderosa, jamás vencida: la muerte.

Pues el pasado domingo se nos brindó una medicina adecuada. La muerte también será vencida. No tendrá la última palabra. La muerte será un paso hacia la vida en plenitud. Hay alguien con poder sobre la muerte, capaz de abrir los sepulcros y resucitar muertos. Jesús es nuestra esperanza, vida y resurrección.

Jesús llora ante la muerte de su amigo Lázaro. Siempre impresionan las lágrimas de un hombre. Impresionan las lágrimas del Hijo del hombre. Más de una vez lloró Jesús: de compasión, de pena, de dolor. Él, que había venido a enjugar nuestras lágrimas, que venía a remediar la triste situación de la humanidad. Es que nadie puede enjugar una lágrima si no ha sabido llorar.

Jesús tenía que experimentar nuestras dolencias para poder ser compasivo. Él le dice a la viuda de Naín: "No llores", porque "al verla el Señor, tuvo compasión de ella". En todas las muertes y desgracias, Jesús llora con nosotros. Jesús no es duro ni distante, sino compasivo y misericordioso. Esta es su primera respuesta ante el dolor y la muerte: la compasión y las lágrimas. Así es nuestro Dios, un Dios que llora por la muerte de un amigo, un Dios que llora siempre con nosotros.

Jesús le dice a su amigo: "¡Lázaro, sal fuera!". Y el difunto escuchó la voz del amigo, porque el amor es más fuerte que la muerte. Jesús nos dice a cada uno de nosotros: Sal fuera del sepulcro de la rutina y la tibieza. Mira, que voy a crear algo totalmente nuevo. Sal fuera del sepulcro de tu desesperanza, porque todo es posible para el que cree, todo es posible para al que ama. Sal fuera del sepulcro de tus miedos e incapacidades, sal fuera, amigo.

"No temas. Yo soy tu fuerza y tu victoria". Sal fuera del sepulcro de tus tristezas y aislamientos, sal fuera, amigo. Yo soy la vida. Yo soy la fiesta. Yo te regalo un sinfín de amigos y una alegría interminables. Sal fuera del sepulcro de todos tus egoísmos. Sal fuera, pobre amigo. Voy a poner un poco de fuego en ese frío corazón. Mi vida es un fuego de amor. Salid, amigos todos, de vuestros sepulcros. Los de la duda, los del vicio, los del consumo. No os encerréis en vuestras limitaciones. Dad de nuevo sentido a vuestras vidas. Yo he venido para que viváis más, para que viváis mejor. Vivid, amigos míos.

Nos lo dice nuestro amigo Jesús, el amigo que nunca falla. Él nos brinda su amistad. Y nosotros, ¿podemos decir que le brindamos nuestra amistad? Tenemos lo que resta de semana por delante para reflexionar sobre ello. Tenemos mil oportunidades para demostrarle que somos sus amigos de verdad. La Semana Santa está a la vuelta de la esquina, una oportunidad para compartir nuestra amistad con Jesús. Acompañémosle en su Pasión, Muerte y en la alegría de su Resurrección.

SOR MARGARITA / MADRES CONCEPCIONISTAS DEL MONASTERIO DE SANTA ANA

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