4.3.18

Las Madres Concepcionistas del Monasterio de Santa Ana reflexionan en el tercer domingo de Cuaresma


Las Madres Concepcionistas Franciscanas de la Orden de la Inmaculada de María del Convento de Santa Ana de Montilla, y en concreto Sor Margarita, reflexionan, con un comentario al Evangelio, en este tercer domingo de Cuaresma.

Mi Casa es Casa de Oración

Hoy contemplamos a Jesús un tanto triste, en una situación brusca, y le seguimos, no sabemos por qué..., y vamos a adivinar su tristeza y esa actitud que nos choca tanto, cuando Él es amor, ternura, bondad. ¿Por qué se pone así? Nos lo narra el Evangelio de San Juan 2, 13-25.


Tras leerlo, no nos extraña tanto que Jesús se haya puesto así: que esté triste y que sea brusco. No nos extraña porque consideras el Templo como el lugar de la Casa de su Padre. ¿Y qué es el Templo? Donde Dios habita, el lugar de encuentro. También Él habita en el corazón de cada uno de nosotros, en el lugar donde está presente, y en el interior de nuestra propia vida. Y ahí no permite que haya tráfico de mercancías interiores.

Muchas veces vamos al Templo, a la eucaristía y nos limitamos simplemente a asistir y cumplir con el precepto, pero no nos podemos quedar ahí. El Señor no quiere eso y nos invita a no limitarnos a asistir, sino que nuestro corazón esté lleno de Él, y que nuestros labios le hablen.

Cuando le hacemos una visita en el sagrario, cuando nos ponemos delante de Él para desahogar el corazón..., procuremos hacerlo de corazón. Hablémosle como hablamos con un amigo, pues nos espera y nos escucha siempre. Es más, nunca se cansa de esperarnos, nunca nos echa en cara las veces que le decimos lo mismo porque le gusta que contemos con Él para todo.

Muchas veces también vemos que en el templo de nuestro corazón domina toda clase de negocios: dominan los negocios de nuestras preocupaciones, nuestros pensamientos, juicios, nuestras formas de actuar, el orgullo... Todo es una mercancía, un ir y venir. Ahí no puede estar el Señor: no tiene lugar en nuestro corazón.

En este tiempo de Cuaresma, luchemos para limpiar nuestro corazón de toda esta mercancía que al final nos deja vacíos. Pidamos a Jesús que expulse todos los vendedores que tenemos dentro. Que reemplace toda esa mercancía por el lugar de amor, de paz, de misericordia y de alegría. En definitiva, en un lugar de encuentro con Él.

“Te pido, Señor, que me conviertas, que cambies mi corazón duro, que me des un corazón acogedor, amistoso, solidario. Esta es la verdadera mercancía que tú quieres. Acepta mis ansias y mis ganas de convertirme a Tí para que el templo de mi corazón sea agradable a tus ojos. Amén.

SOR MARGARITA / MONASTERIO DE SANTA ANA

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