11.3.18

Las Madres Concepcionistas del Monasterio de Santa Ana reflexionan en el cuarto domingo de Cuaresma


Las Madres Concepcionistas Franciscanas de la Orden de la Inmaculada de María del Convento de Santa Ana de Montilla, y en concreto Sor Margarita, reflexionan, con un comentario al Evangelio, en este cuarto domingo de Cuaresma.

Cuarto Domingo de Cuaresma, el domingo llamado 'Laetare', domingo de la alegría, porque pronto celebraremos el Misterio de nuestra Salvación.

“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que todo el que crea en Él, tenga Vida eterna”. El Hijo entregado es el máximo don de Dios. Y viene el Hijo con la misión de revelarnos el amor de Dios para decirnos que Dios no condena, que perdona siempre.


Nos lo dice en muy repetidas ocasiones el Papa Francisco: "Dios no se cansa de perdonarnos y su perdón nos ofrece la esperanza de una vida nueva". Cristo es la mano amistosa de Dios, tendida a nosotros para salvarnos y libertarnos. Él no ha venido a condenar, pero nos podemos condenar a nosotros mismos si rechazamos este Don de Dios.

Y esta es la causa de nuestra alegría y paz. Al darnos a su Hijo, Dios nos ha dado todo. Cualquier otro bien que hubiésemos podido recibir de Dios, no hubiese sido comparable al don que hemos recibido. Dándonos a su unigénito Hijo, nos ha dado todas las cosas.

Es el mejor regalo que el Señor nos hace sin reservas. Jesús, todo entero, es nuestro. Son nuestras sus gracias, sus méritos, su vida, sus trabajos, su sangre, su muerte, su gloria y su misma divinidad. Jesús es nuestro Maestro para enseñarnos; nuestra guía, para conducirnos; nuestra cabeza, para animarnos. Jesús es nuestra fuerza, nuestra luz, nuestro consuelo, nuestro júbilo y nuestra vida.

Muchas veces, las cruces que se nos presentan en la vida cotidiana, nos pueden impedir descubrir este tesoro, pero el amor a Dios no puede darse por supuesto: si no se cuida, muere. Procuremos hoy llenar el corazón de alegría, porque después de este tiempo de prueba tendremos la alegría sin fin que nos traerá Jesús después de su Pasión y Muerte. Y para poder gozar de esta dicha, el único requisito es abrir las puertas de nuestro corazón y dejarnos divinizar por Él.

Pidamos hoy a María Nuestra Madre, a ella que canta la alegría, porque Dios miró la humildad de su esclava. Que nos auxilie en nuestros propósitos de este tiempo cuaresmal de vivir más cerca de su Hijo Jesús. ¡Feliz domingo de la alegría! ¡Feliz Día del Señor!

SOR MARGARITA / MONASTERIO DE SANTA ANA

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