Han pasado quince meses desde que el Papa Benedicto XVI proclamase a San Juan de Ávila como Doctor de la Iglesia Universal. Ahora, con un nuevo Pontífice en la Silla de Pedro y con casi dos años de gracia por delante con motivo del Trienio Jubilar, el pueblo de Montilla ha querido corresponder a ese importante gesto con un presente muy especial que será enviado al Vaticano en las próximas semanas.
Se trata de un lienzo de grandes dimensiones, obra de la artista montillana María José Ruiz, miembro de la Real Academia de Córdoba de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes, que ha plasmado con su magistral realismo la espiritualidad de una de las figuras clave del Siglo de Oro español.
La obra, que se presentó en Montilla en la noche del pasado lunes durante el transcurso de una Solemne Eucaristía Conmemorativa del 514º Aniversario del Nacimiento del Doctor de la Iglesia, fue encargada por el alcalde de la localidad a María José Ruiz, quien ha donado su excepcional trabajo al pueblo de Montilla.
Además del libro y del crucifijo que identifican iconográficamente al asceta manchego, el San Juan de Ávila concebido por María José Ruiz viste el característico roquete que lució en vida el sacerdote palmeño Antonio León Ortiz, Canónigo Honorario de la Santa Iglesia Catedral y párroco de la Iglesia Mayor de Santiago Apóstol de Montilla, fallecido en noviembre del año 2009. De igual modo, sobre la sotana, el Apóstol de Andalucía porta la capa pluvial que, según la tradición, llevó el propio San Juan de Ávila y que era conservada por los Padres Jesuitas.
El rostro con el que la artista ha imaginado al nuevo Doctor de la Iglesia Universal resultará familiar para muchos montillanos. Y es que, como suele ser práctica habitual en muchas de sus obras, María José Ruiz se ha valido de un modelo "de carne y hueso", que ha posado durante largas horas en el estudio con el que la artista cuenta en su ciudad natal y en el que ha concebido obras de variada temática, como la que sirvió para anunciar las Fiestas del Mayo Cordobés del pasado año.
De esta forma, Francisco Repiso, un mecánico de 57 años que forma parte de la Junta de Gobierno de la Hermandad del Santísimo Cristo de la Misericordia y María Santísima de la Amargura de nuestra localidad, se ha visto encarnando a un ilustre personaje que, con su proclamación como Doctor de la Iglesia, forma parte de una pléyade de grandes figuras, entre las que se encuentran San Isidoro de Sevilla (560-636), Santa Teresa de Jesús (1515-1582) o San Juan de la Cruz (1542-1591).
La localización de la escena tampoco es casual. No en vano, la artista ha querido presentar al Patrono del Clero Secular Español en el patio de la que fuera su casa, junto al pozo, la parra y la zarza milagrosa que carece de espinas. De fondo, una pared encalada que proyecta con increíble precisión esa luz que se cuela rasante por entre las nubes y que María José Ruiz ha sabido captar con la sensibilidad y la honestidad que irradian sus pinceles.
La ubicación final del cuadro no está aún decidida. La Santa Sede suele destinar a las misiones los presentes que recibe el Sumo Pontífice, especialmente en el caso de obras de gran formato. No obstante, tal y como precisó a Montilla Digital el rector de la Basílica Pontificia de San Juan de Ávila, José Almedina, el Vaticano ha mostrado su voluntad de perpetuar la memoria de San Juan de Ávila en una de las sacristías de San Pedro, ubicando un lienzo de menor formato justo enfrente de un retrato que inmortaliza a San Juan María Vianney, El Santo Cura de Ars, Patrono de los párrocos de todo el mundo.
El espectacular lienzo ideado por María José Ruiz viene a engrosar la lista de presentes que recibió Benedicto XVI el 10 de octubre de 2012 de manos del sacerdote montillano José Almedina y del Obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, que entregaron al Pontífice una cruz pectoral que contenía una reliquia del nuevo Doctor de la Iglesia Universal.
Por su parte, el escultor cordobés Marco-Augusto Dueñas entregó una pequeña efigie de San Juan de Ávila, una réplica a escala de la que puede verse en la Basílica Pontificia de la calle Corredera. Al verla, el Papa pidió que la llevaran a su apartamento personal, manifestando de esta manera que quería tenerla cerca.
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