20.10.14

El pregonero de la Semana Santa de Montilla 2007 confiesa que "hay gente que se agarra a la fe. Yo la tuve. Ya no la tengo"


Antonio Varo Baena, poeta y presidente del Ateneo de Córdoba: «Somos pura existencia».

¿Conoce a alguien que aún escriba en papel? Aquí lo tienen. Y en papel también consume toneladas de libros. Mucho verso, mucha novela y mucha filosofía, sobre todo Nietzsche. Para muestra, el subtítulo.

Su biografía dice que Antonio Varo Baena (Montilla, 1959) es jefe de Epidemiología del Servicio Andaluz de Salud y presidente del Ateneo de Córdoba. Como ignoramos en qué proporción ni con qué virulencia actúan estas dos vocaciones en su organismo, nos tomamos la libertad de hacerle la pregunta sin rodeos y sin medidas profilácticas.


En el jardín de Los Patos, cerca de la sede del Ateneo de Córdoba / Foto: Rafael Carmona - ABC Córdoba

Perdone la impertinencia. ¿Es usted un médico que escribe versos en sus ratos libres o un poeta que ha tenido que dedicarse a la medicina para vivir?

— Las dos cosas. Soy un poeta que no ha tenido más remedio que ser médico y un médico que no ha tenido más remedio que ser poeta.

Y ya puestos: ¿la poesía es un diagnóstico del alma?

— Yo tengo un «ex libris» con un dibujo de una serpiente enroscada, propia de los médicos, y un libro. Hay una frase que dice: «La literatura es la medicina del alma».

Si es así, si la literatura es la medicina del alma, este doctor experto en enfermedades infecciosas ha fabricado a lo largo de su vida más de una veintena de pócimas para el espíritu en forma de poemarios, novelas, ensayos y obras de teatro. Fruto de su entrega febril a la escritura, ha sido acreedor de algunos reconocimientos literarios, como el Premio Internacional Arcipreste de Hita o el Premio Góngora, organizado por el Colegio de Médicos de Córdoba. «He leído mucha poesía, mucha novela, mucho ensayo y mucha filosofía. Un buen poeta», sostiene, «no puede ser un ágrafo de la literatura».

Usted, entonces, no pierde el tiempo en las redes sociales.

— Yo me di de alta en Facebook para el Ateneo pero no tengo tiempo para eso.

Es un defensor del papel.

— Siempre. La poesía la escribo en papel. Incluso la novela. Yo no me inspiro con un teclado delante.

Ni siquiera con una vieja Olivetti.

— Me acuerdo de una Olivetti verde de las antiguas que tenía mi padre. Ahí pasé mis primeras poesías después de escribirlas a mano.

Y, doctor, ¿cómo estamos de salud espiritual?

— La hiperinformación y la hiperconexión están difuminando determinados valores, como la privacidad. Pero los valores humanos fundamentales se conservan e incluso se extienden. No creo que sean peores los valores de ahora que los de hace un siglo.

Vivimos en un mundo mejor.

— Vivimos en un mundo posible. ¿Qué es mejor? ¿Que tenemos más capacidad de curar? Sí. ¿Más capacidad de relacionarnos? Sí. ¿Más capacidad de ser dichosos? Eso no lo sé.

Usted ha declarado: «La poesía no es literatura». Nos quiere liar, ¿no?

— Un poquito (risas). La poesía es la quintaesencia de la palabra. Si fuera literatura, estaría muerta.

La novela lo es y no parece estar muerta.

— No digo que esté muerta pero tiene serios problemas para identificarse.

Está mutando.

— No. ¿Quién está haciendo ahora buena narrativa? Javier Marías, Muñoz Molina, Rafael Chirbes. Se está volviendo a técnicas narrativas de hace muchos años. De la posguerra.

También ha dicho: «La poesía es presentimiento de la nada». No tuvo usted un día muy constructivo.

— Presientes la muerte. Solo hace falta leer la Ilíada de Homero para saber en qué consiste. La poesía es presentimiento del vacío existencial. Estoy absolutamente seguro.

Tiene una idea tremenda sobre el ser humano.

— Mi concepto es muy nihilista. Muy nietzcheano. Ya que estamos aquí vamos a vivir. Pero poco más.

Pues permítame una pregunta muy del gremio. ¿Qué somos?

— Somos pura existencia. Ya está.

¿Y para qué hemos venido?

— No creo que hayamos venido para un fin concreto. No creo.

Somos un accidente.

— Posiblemente. O, a lo mejor, hay algo determinista. No creo que haya mucha diferencia.

Y la poesía le ayuda.

— Me ayuda a crear. El hecho de existir es una manera de estar creando. Y la poesía quizás sea la forma más excelsa de creación.

¿Crear para sentirse un pequeño dios?

— En absoluto. Creerte por encima de los demás sería una estupidez. Crear para sentirte. Para existir.

¿Le preocupa la muerte?

— Sí, mucho. No es que me preocupe: es que me da miedo. No es que me dé miedo: es que me da pánico. No es que me dé pánico: como sé que no hay nada me gusta existir.

La poesía le ayuda a domesticarla.

— No. Qué va. Incluso me la recuerda. En mi poesía, el amor y la muerte están muy presentes. Nunca me he salido ni medio metro de ahí.

Tener conciencia de nuestra finitud es incómodo.

— Incomodísimo. Hay gente que se agarra a la fe. Yo la tuve. Ya no la tengo.

¿Tampoco en el ser humano?

- Perder la fe en el ser humano es un poco duro. El conjunto se salva.

¿Si se pierde la fe se gana la razón?

— La razón es otra forma de fe. Como la ciencia. Posiblemente sea más religiosa la ciencia que cualquier otra religión.

Usted es médico, oiga.

— Claro: hay que usar la razón, el sentido común y la ciencia. Pero la ciencia puede ser manipulable. No soy escéptico sino pragmático. ¿Quién decide en cada momento qué es la razón?

Apenas lleva un puñado de meses al frente del Ateneo que ahora, por primera vez, tiene un local propio en Ángel Ganivet. La sede tiene un aire muy poco literario. Diríamos que antiliterario. Tanto que el vestíbulo está separado del salón de actos por un cristal blindado y una ventanilla de seguridad, al parecer, de su antiguo uso como negocio de contraste de metales.

Su antecesor, Antonio Perea, estuvo casi 30 años de presidente. ¿Usted aspira a tanto?

— No. Yo ya tengo marcada mi salida.

Eso dicen todos.

— Yo lo tengo claro y está proyectado.

Por cierto, Antonio Perea era un insurrecto y un contestatario de libro. ¿Usted también?

— No. Tanto no. Antonio es una persona muy interesante y tiene su trayectoria.

Usted es más moderado.

— Sí, evidentemente. Política y humanamente soy moderado de alguna forma.

¿Las palabras deben buscar la belleza o el compromiso?

— Muchas veces el compromiso está en la belleza. Debe buscar primero la belleza, pero sin artificios. Decía Vicente Núñez que la poesía es función de sinceridad del poeta. Si en esa sinceridad hay compromiso, estupendo. Yo cuando empecé la carrera y era un indocumentado escribía poemas como soflamas de espíritu revolucionario.

Y las soflamas ya se han apagado.

— No. Es que no eran poemas buenos.

¿Usted se reconoce en toda su obra?

— Sí. En algunas cosas más que en otras. Yo no puedo renunciar a ningún poema mío.

¿Ha quemado muchas páginas?

— Tengo muchas guardadas. Tengo sentido fetichista y una carpeta con poemas que escribí con 13 años.

El laberinto del Palacio de Congresos es poesía abstracta, ¿correcto?

— Más que abstracta, demasiado concreta. ¿Para qué hacer determinadas cosas que no tienen sentido?

¿Hay mucha poesía abstracta en la gestión municipal?

— No. Por desgracia, todo es muy previsible. En todos los grupos.

A usted no le emociona mucho.

— No. Nada. La verdad es que el Ateneo está muy agradecido al Ayuntamiento y tenemos un convenio con la Diputación. Pero ojo: el Ateneo vive de sus cuotas.

Hoy día un Ateneo es un acto temerario.

— La cultura suele ser temeraria. Es una manera de enfrentarte a la realidad de forma directa. Y necesita un esfuerzo que nadie te exige. Hacer cultura es un acto heroico.

¿Moriremos de ébola o de desesperanza?

— De ébola seguro que no. De desesperanza espero que tampoco. Y eso es ya una esperanza.

12 de octubre de 2014

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