5.10.14

El tiempo no pasa


Desde esta página quisiera traeros a la memoria a los antiguos Romanos

Todos tenemos recuerdos afectivos para aquellas personas. Cuando hablamos de ellos, siempre rememoramos anécdotas que les sucedieron. Eran personas que amaban, y siguen amando, todo lo concerniente a la Semana Santa de su pueblo, y, con especial énfasis, lo que corre alrededor de los nuevos Romanos.


Los Romanos, con Judas a la cabeza, a su paso por la Corredera,
abren el cortejo procesional de la mañana del Viernes Santo

Los Romanos de antes estaban adscritos a las dos Hermandades señeras de nuestra Semana de Pasión. Cada una tenía los suyos. Existía rivalidad noble entre los componentes de ambas. No hay que olvidar que, buena parte de sus integrantes, estaban unidos por lazos familiares que se dejaban en las casas respectivas para ver quien mejor tocaba o portaba los instrumentos, que, aparte de los trajes, los diferenciaban en los desfiles que intervenían.

Pasan los años y nos encontramos que la idea perdura. Perdura gracias a la impagable voluntad que estos hombres demostraron a lo largo de su vida para que sus Romanos no se perdieran en el tiempo. Nos transmitieron su lealtad a la tradición, a la cultura, el respeto al acervo semanasantero montillano. Sí, es verdad, ellos fueron los Romanos de las dianas, de los huevos duros, del aguardiente, del vino, pero sobre todo fueron hombres por los que no ha pasado el tiempo, porque cuando hablan, los pocos que aún viven, lo hacen con sentimiento, con una vehemencia sana, sin acritud. Ellos sólo saben de amor y respeto para sus tradiciones, para su Preso, para su Nazareno, para sus Romanos.

Hay infinidad de anécdotas. Como cuando uno de ellos, vestido de Romano, se vino andando desde La Rambla hasta Montilla. O aquella otra en la que el estandarte más recordado en Montilla, en una de sus vueltas, y durante el desfile que hacían en Antequera, fue a dar con sus huesos en el suelo. El estandarte de un solo cuerpo se hizo pedazos. Que se quedaban descansando en el primer zaguán que cogían después de haber estado tocando diana para poder enjugar mejor el atraganto de pestiños, magdalenas, roscos y aguardiente que se pegaban durante el desarrollo de las dianas. Esto no era impedimento para que seguidamente los viésemos erguidos, serios, muy en su papel durante el desarrollo de las procesiones.

Estuvieron en lugares tan importantes como Antequera, Coín, Huelva, Alcalá La Real, etcétera... No dejarían tan mal el pabellón romano en aquellas tierras cuando, año tras año, eran requeridos, allende de nuestro pueblo. Al respecto, hay que reseñar una anécdota en la que estos Romanos se dirigieron a una Hermandad, ya que cobraban para fijar un precio por su salida. La Hermandad no atendió la demanda presentada. La cuantía solicitada era muy elevada. Esta Hermandad contrató a los Romanos de Nueva Carteya, que no pudieron llegar a tiempo para la procesión, dado que tuvieron una avería en el vehículo que los transportaba. El responsable de la Hermandad recurrió a los Romanos montillanos, que no tuvieron reparos en salir. Los de Nueva Carteya llegaron al final de la procesión, y, por cierto, cobraron. Así pues a esta Hermandad le salió bien cara su negación, porque tuvo que pagar dos veces igual cantidad.

Cuántas veces hemos dicho de aquellos Romanos que eran gente sencilla, del pueblo, que, como buenos montillanos, rendían culto al dios Baco. De niño quién no ha querido vestirse de Romano. Unos se vestían por sentimiento y por transmisión o por necesidad crematística; otros, para la fotografía, ya que, el niño, quedaba muy mono con la indumentaria.

Ya he dicho que eran los Romanos de los huevos duros. Arco de triunfo había que tener para aguantar todo el trajín que se iniciaba desde los ensayos preliminares en los que, entre copa y medio vino, entonaban las marchas que aún perduran en los toques de los actuales Romanos. Marchas duras que a partir de constancia y perseverancia las hacían suaves. Parecía que no escupían al instrumento, que no lo tocaban o portaban. Confundían a las gentes que los observaban en estado natural en que quedaban tras ganarle la batalla a la mañana, después de haber quedado maltrechos físicamente, que no en ilusión, en la noche del Jueves Santo. Eran duros de pelar y de volcar.

A ellos, desde aquí, mi agradecimiento personal. Por cierto, ¿no pensáis que bien merecen un reconocimiento por parte de nuestra Centuria?

José Miguel Raya Algaba / Descendiente de Romanos
La Voz de los Romanos, marzo de 2002

No hay comentarios :