14.5.15

Por la puerta grande: en recuerdo de Paco Tejedera en el décimo aniversario de su fallecimiento


Con motivo del décimo aniversario del fallecimiento de Francisco Tejedera Arrabal, hermano mayor de la Franciscana Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia, María Santísima de la Caridad en sus Tristezas y San Francisco Solano desde el año 2002 hasta el 12 de mayo de 2005, día de su triste pérdida en accidente de tráfico, recordamos el artículo escrito por el periodista Juan Pablo Bellido en el periódico, actualmente desaparecido, Montilla Semanal, el 21 de mayo de ese mismo año, como homenaje y recuerdo, una década después, hacia su persona, siendo por siempre el Hermano Mayor Honorario a Título Póstumo de esta hermandad del Martes Santo montillano.

Por la puerta grande

Hay gente que pasa por la vida sin hacer ruido, sin pena ni gloria. Otros, sin embargo, no dejan indiferente a nadie. Y es que hay personas que se beben la vida a sorbos pequeños, saboreando la esencia de las cosas desde el principio y trabajando por los demás con humildad y paciencia. Son esos, precisamente, los que al final acaban marchándose de este mundo por la puerta grande, llevándose consigo el respeto, la admiración y el cariño de todos sus semejantes.


Última fotografía de Paco Tejedera con vida

Más o menos eso es lo que ha ocurrido con Paco Tejedera, una persona arrolladora, de los pies a la cabeza. Un currante de verdad, comprometido con su tierra, con sus gentes y con las cosas que lo rodeaban. Un joven que nos dejaba el pasado 12 de mayo porque, como casi siempre pasa, este tipo de personas se acaban yendo antes de la cuenta, sin tiempo de poder despedirnos como hubieran merecido.

De todas formas, creo que Paco está ahora mucho más presente en todos nosotros que hace un mes por ejemplo. Y es que la vida es así de injusta: sólo nos damos cuenta de lo que vale una persona, de lo que se la quiere, cuando deja de estar a nuestro lado. Y lo dice alguien que, por desgracia, no tuvo la fortuna de estar a su lado en todas esas aventuras que fue poniendo en marcha a lo largo de su intensa vida y que, hoy por hoy, constituyen su legado más preciado.

Aunque puede parecerles lo contrario, ni hablo de oídas ni me estoy dejando llevar por esa retahíla de tópicos que se suelen soltar cuando ocurre una desgracia y el destino nos acaba arrebatando a algún ser querido. En este caso, lo que digo, lo pienso de verdad. Porque a Paco no se le conocían enemigos o detractores. Es más, era una persona que despertaba el cariño de todo el mundo. Cariño, respeto y admiración. No hay más que recordar aquel silencio que se apoderaba de las asambleas de la Agrupación de Cofradías cuando Paco pedía la palabra y se imponía con su voz rotunda al atronador tumulto que se forma en este tipo de reuniones. Una mudez que recordé hace dos viernes, mientras ocultaba mi pesar entre los vetustos muros de la Parroquia de San Francisco Solano. Entonces, media ciudad guardó un escalofriante silencio de respeto, congoja e indignación por lo sucedido, a la vez que Paco se presentaba ante el Patrón de Montilla.



En el vídeo podemos ver a Paco Tejedera en el minuto 10:37

El Santo. Un lugar que para Paco era su segunda casa. Allí se pasaba las horas echándole una mano a Jesús Corredor o preparando cosas para la hermandad. Fue en El Santo donde se formó espiritual y personalmente junto a Juan Fernández Segura, Jesús Morales y otros más que mi frágil memoria me impide recordar. De la mano de don Rafael Cerrillo -aquel inmenso sacerdote que logró levantar toda una feligresía-, Paco reunió a un extraordinario grupo de gente joven en torno a esa iglesia que acoge a los custodios de la ciudad.

Cuando la inmaculada túnica de monaguillo ya no le entraba por esos brazos fornidos y forjados en multitud de batallas de trabajadera y costal, Paco dejó de corretear por la sacristía para convertirse en fiel escudero de los diferentes párrocos que fueron pasando por El Santo: desde Carlos Linares hasta Francisco de Borja Redondo, pasando por Domingo, Paco o Jesús. Todos ellos encontraron la mano tendida de este joven y sintieron de cerca el empuje arrollador que lo caracterizaba.

Y con la omnipresente figura de don Rafael Cerrillo Requena como guía, Paco se lió la manta a la cabeza y junto a su hermano Manolo, Ricardo Carrasco, Jordi, Manuel, Carlos y otros muchos más, fundaron la Cofradía Franciscana de Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia y María Santísima de la Caridad en sus Tristezas. Una hermandad en la que desarrolló una extraordinaria labor y que le permitió el pasado Martes Santo hacer realidad uno de sus sueños de infancia: mirar a los ojos de Nuestra Señora de la Caridad en sus Tristezas, de la misma forma que lo hacía cuando era monaguillo y se acercaba a escondidas hasta esa capilla que recibe a todos aquellos que acceden al interior del templo por la puerta izquierda. Igual que entonces, igual. Sólo que, esta vez, Paco pudo hacerlo en la calle, a la vista de todos. Porque el pasado Martes Santo, Paco tuvo el privilegio de tocar el martillo de ese paso de palio que sigue de cerca los pasos del Señor de la Humildad.


María Santísima de la Caridad en sus Tristezas

Algunos amigos me han contado que el pasado Martes Santo, Paco estaba henchido de alegría. Y aunque la lluvia quiso fastidiarle su estreno como capataz del paso de palio de la hermandad que dirigía, pudo demostrar lo mucho que amaba a su Virgen y lo bien que había aprovechado las enseñanzas de su predecesor en el puesto, Manolo Alférez. El pasado Martes Santo, Paco era el hombre más feliz de Montilla porque, además de pasear a La Señora, lo hacía en compañía de su más preciado tesoro: su cuadrilla de costaleras, a las que cuidaba con mimo y a las que prestaba las máximas atenciones.

Sin duda, el próximo Martes Santo, Paco ocupará un sitio privilegiado en esa carrera oficial que es el Cielo. Conociéndolo, no querrá perderse la salida de la Cruz de Guía de su cofradía desde la casa de Solano. Y habrá que estar bajo ese pórtico pétreo que se engalana en julio y octubre, para sentir a Paco. Seguramente, nuestro querido amigo se asomará desde allá arriba y dirigirá su mirada sincera por entre las bambalinas de su palio, para rozar con su alma los varales plateados que escoltan a la Señora de la Caridad.

Es hora de llorar su marcha precipitada, sí. Pero también es momento de sentirse orgullosos por haber tenido la oportunidad de conocer a una persona como él. Tenemos que sentirnos alegres al contemplar la trayectoria vital de este hombre, las aportaciones que ha hecho a su familia, a sus amigos y, cómo no, a la Semana Santa de nuestra ciudad. Hasta siempre, Paco. Te has ido como merecías: por la puerta grande.

No hay comentarios :