2.4.21

La Hermandad de Jesús Nazareno en la Exaltación del Pregón de la Semana Santa de Montilla 2021

VIERNES SANTO

HERMANDAD DE NUESTRO PADRE JESÚS NAZARENO
Y MARÍA SANTÍSIMA DE LOS DOLORES
 
Música: 'Señor, quiero ser tu cirineo', de Francisco José Carrasco Benítez
interpretada por la Agrupación Musical La Unión

Narradora: María Auxiliadora Reyes Ruiz

Capítulo aparte merece la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Señora de los Dolores. Y viene a pelo lo de capítulo aparte, porque se trata nada menos que de una hermandad que en su historial arrastra más de cuatro siglos. Nace en mil quinientos y pico y es su fundador el marqués de Priego. Siendo él hermano mayor, llevaba con todo honor el guión en el cortejo procesional de penitencia.


Montilla entera, sin excluir a nadie, siente esta popular religiosidad y cuida de esta herencia disponiéndose en la primera hora de la mañana del Viernes Santo a ir junto a su Jesús, en el más diverso anviente, por el largo itinerario que tiene esta procesión.

Iglesia de San Agustín. Son las ocho de la mañana y los pasos que forman este solemne cortejo esperan concentrados en el Llanete la orden de salida. Se pone en marcha el desfile. Y calle Ancha abajo y Fuente Álamo arriba, el pueblo entero con sus mejores galas se va organizando en este acompañar a su Nazareno. Los clarines de un piquete de caballería abren paso y anuncian que viene la gran comitiva.

Ya el primer paso, la hermosa imagen del Rescatado, llevada a hombros respetuosamente por nazarenos de túnica morada, ha entrado en la típica calle Parrosales. Le siguen tres pasos más, y minutos más tarde llega el cortejo a la calle José María Alvear. Aquí se ensancha y hermosea toda la procesión.

Miles de montillanos portando luminarias hacen un verdadero alarde de un pueblo que proclama su fe. Un poco al fondo aparece ya, con gran majestuosidad, sobre un hermoso trono, entre olor de pebetes y encendidos corazones que le aman, la solemne, hermosa y sencilla imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno.

No puede haber sombras en todo esto. Sigue su lento caminar, y en la Plazuela de la Concepción entra en el itinerario oficial. Durante todo el itinerario, visita enfermos. Se detiene la bendita imagen junto a una ventana. Tras la celosía, el paralítico o el que sufre dolores inconsolables, que ha esperado este momento durante todo el año.

Ya están los dos cara a cara... Y empieza el mudo diálogo. Entrecruzan las profundas miradas y mutuamente se consuelan en el sufrimiento. Y así, uno pidiendo y otro dando, se elevan los corazones de estos enfermitos y sus almas se purifican en esa sublime oración. ¡Qué saludable acto de fe! Nada más por esto, ya merecía salir esta procesión del Viernes Santo.

Sigue el cortejo camino de la Plaza de José Antonio. Ya el Cristo de la Yedra, la mejor reliquia entre las imágenes de nuestra Semana Santa, llega a la altura de la Iglesia de la Encarnación. ¡Deténganse los leones, que así se apellidan los costaleros del Cristo de la Yedra! Ábranse los portones de la iglesia. Que el santo Maestro Juan de Ávila quiere ver a su Cristo y volver a poner sus manos sobre aquellos pies. Porque era así como en incontables horas entraba en profunda meditación y sentía sobre su alma la dulce brisa del amor de Cristo.

«Que yo sea el yunque, Señor, y tú el martillo.
Dale fuerte con una mano y sujétame con la otra»

¿Veis, costaleros, por qué tenéis que llevar este paso con la mayor solemnidad y respeto? Sigue el desfile procesional calle Gran Capitán abajo, y la virgen, María Santísima de los Dolores, esa preciosa imagen adornada con tanto gusto, parece que queda atrás un poco sola. Es como si Ella, la que sabe toda la verdad, se apartase del natural bullicio de las gentes y quisiera ir triste, sola y dolorosa.

Paseo de Cervantes. Discutido punto en esta procesión. ¿Luces? ¿Sombra? Se produce allí, en el Paseo de Cervantes, el natural desorden de una muchedumbre que se agolpa para recibir la bendición de Jesús. Sobre esta bendición hay quien opina que se trata de un hecho puramente infantil y sin ningún valor religioso.

Para quienes así opinan e incluso se ríen, yo les diría que los montillanos no ponemos tan fácilmente la rodilla en tierra, si antes no reconocemos algo muy superior y a alguien digno de respeto y humillación. Sabemos todos -y muy bien sabido- que esa mano que bendice es de madera y que está accionada mecánicamente.

Lo que no quieren saber los demás es que también sabemos nosotros a quién representa esa imagen. Y cuando su mano -esa mano de madera- bendice, el corazón de ese pueblo humilde se eleva y se pone en contacto con el corazón de Cristo. Y entonces, ese montillano que está de rodillas, pide perdón y pide todo lo que necesita: bendición para sus campos, pan, trabajo y salud para su familia y paz autentica para su Montilla. Y esto, señores, es rezar. Porque rezar sigue siendo todavía levantar el corazón a Dios y pedirle mercedes.

Continúa la procesión por la calle Navarra, Los Morenos, San Sebastián y Llanete de la Cruz. Después... ¿Hay luces? ¿Hay sombras? Yo pongo puntos suspensivos porque teniendo en cuenta que ya van más de cuatro horas de procesión, debo confesar sinceramente que en estas circunstancias no sé el punto exacto donde termina lo religioso y empieza lo profano. Yo, por mi parte, espero en el Llano de San Agustín que está totalmente abarrotado de público.

Ya aparece el Nazareno, y lo recibo y despido con el poeta:

«Ungido en sudor cristiano
vuelves a San Agustín
Nazareno montillano,
¡Qué semblante más humano
por la calle Juan Colín».

Y así termina la mañana del Viernes Santo.

MANUEL LUQUE VELASCO, 1974
PRIMER PREGONERO DE LA FIESTA DE LA VENDIMIA EN 1956
FOTOGRAFÍA: BENJAMÍN P.D.

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