El pasado domingo, día 27 de abril, a partir de las 9.30 de la mañana, acudimos a la celebración en Córdoba de la Romería de Santo Domingo de Scala Coeli en honor a San Álvaro, patrono de las Hermandades y Cofradías de la Semana Santa, organizada por la Real y Fervorosa Hermandad del Santísimo Cristo de San Álvaro de Córdoba, contando con la colaboración del Ayuntamiento de la capital cordobesa y la Federación de Peñas en una fiesta que cuenta con más de 500 años de historia.
Desde primeras horas de la mañana, los cohetes anuncian el paso de los romeros para tomar el “caminito de Santo Domingo”, siguiendo el itinerario de la Avenida de la República Argentina, los jardínes de la Victoria, pasando por Ronda de Tejares, a la Plaza de Colón y desde el Pretorio al Brillante, hasta adentrarse en la sierra cordobesa. A su paso, la ciudad se llena de cantes populares, música y palmas, convirtiéndose en el escenario perfecto desde donde poder contemplar el transcurrir de las carrozas.
Hechas a base de papel, cartón y muchas horas de trabajo artesanal, reproducen monumentos emblemáticos de la ciudad, elementos de los mismos o fantasiosos arcos y formas de una Córdoba de ensoñación. Entre la delicada geometría de las carrozas, las mujeres y los pequeños romeros lucen los vivos colores del faralaes y la austeridad del traje campero, escoltados por los jinetes a lomos de los afamados caballos árabes de Córdoba. Así comienzan a “hacer el camino”, de unos diez kilómetros de recorrido, hasta la antigua torre Berlanga, donde se alzó el Convento y Santuario de Santo Domingo Scala Coeli, regentado por dominicos y cargado de historia.
Pero fue mucho antes, en el año 1400, cuando fueron testigos de una hermosa leyenda que Sánchez de Feria dejó reflejada en sus textos y el pueblo guardaba en su memoria. Comienza cuando en 1423 el religioso (y a la postre santo) Álvaro de Córdoba decide retirarse a un lugar recatado de la sierra, después de haber realizado labores de apostolado en Tierra Santa. Así se alza el Monasterio de Santo Domingo de Scala Coeli, que era conocido ya como lugar de peregrinación. Profundamente identificado el fraile con el símbolo de la cruz, a través de la cual tuvo algunas experiencias místicas, colocó gran número de ellas en los caminos del santuario.
Cuenta la leyenda que por uno de esos caminos bajaba el santo con frecuencia hasta Córdoba para pedir limosna del sustento de su comunidad. Una mañana encontró a un pobre semidesnudo, plagado de llagas, de aspecto tan débil y enfermizo que la muerte casi asomaba a su rostro. Álvaro lo envolvió piadosamente en su capa y lo cargó sobre sus hombros. Llegados ambos al santuario, depositó al enfermo en la entrada y fue a buscar a sus hermanos. Al regreso, cuando descubrió el cuerpo tras la capa, hallaron una bellísima talla de Cristo Crucificado, bajo la advocación del Cristo de San Álvaro.
No hay comentarios :
Publicar un comentario